miércoles, 15 de julio de 2009

El primer café

El primer café


Oigo el estimulante gorgoteo del líquido bullendo en la cafetera, subiendo desde el depósito inferior hasta casi rebosar. La retiro del fuego y aspiro ese aroma vivificante y único que despierta mis sentidos aún algo embotados por el sueño de una noche que casi ahora vio su fin. Cae el líquido oscuro y caliente en el pote como del caño de una fuente de manantial vitalizador y saludable. Le añado leche y el color va aclarándose mientras remuevo el café con la cucharilla, hasta adquirir un tono ligeramente más suave. Ya está listo para saborearlo. Nada de azúcar, un buen café manchado y casi amargo, para empezar a vivir otro día. Mientras tomo el café, sin prisas, veo a través de la ventana cómo el sol va elevándose despacio allá, en la línea de un horizonte casi oculto por árboles y casas de fachadas blancas. Está naciendo la mañana y yo renazco a este nuevo día gracias al sabor fuerte y tonificador de la infusión. Aspiro su aroma delicioso, todos mis sentidos se recrean en cada sorbo. Prolongo este primer momento del día, bebo despacio, deleitándome con el sabor y el olor de este manjar líquido y exquisito. El silencio envuelve este rito solitario y placentero. ¡Qué calma! ¿Cuánto durará? Lo que dure el silencio, lo que dure el placer de este primer y solitario café de la mañana.




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Sintonía